Valores Eticos Fundamentales






 
Conocer el valor propio
y honrar el valor de los demás
es la verdadera manera de ganar respeto.
Respeto es el reconocimiento del valor inherente
y los derechos innatos de los individuos y
de la sociedad. Estos deben ser reconocidos como
el foco central para lograr que las personas secomprometan con un propósito más elevado en la vida.

El respeto comienza en la propia persona. El estado original del respeto está basado en el reconocimiento del propio ser como una entidad única, una fuerza vital interior, un ser espiritual, un alma. La conciencia elevada de saber “quién soy” surge desde un espacio auténtico de valor puro. Con esta perspectiva, hay fe en el propio ser así como entereza e integridad en el interior. Con la comprensión del propio ser se experimenta el verdadero autorrespeto.
El respeto es uno de los valores a inculcar sobre todo en en aula de clase donde muchas veces convergen personas de distinta clase social, de distinto origen social, de distinta formación cutural, etc.
Hablar de respeto es hablar , en modo implícito, de la dignidad de la persona, empezando por conocer la propia dignidad, entendiéndola como aquello que nos hace realmente personas y nos distingue del resto de los animales o seres vivos.
El ser humano es aquel que puede obrar por voluntad propia, o sea en libertad; puede dirigirse al bien y puede tener dominio sobre sus actos.
Si queremos sintetizar el fundamento de la dignidad de la persona, lo podemos hacer condensándolo en tres puntos:
  • autonomía
  • interioridad
  • elevación, que la coloca por encima de todo cuanto existe.
Qué es el respeto
El respeto consiste en el reconocimiento de los intereses y sentimientos del otro en una relación. Aunque el término se usa comúnmente en el ámbito de las relaciones interpersonales, también aplica a las relaciones entre grupos de personas, entre países y organizaciones de diversa índole. No es simplemente la consideración o deferencia, sino que implica un verdadero interés no egoísta por el otro más allá de las obligaciones explícitas que puedan existir.

A veces se confunde al respeto con alguna conducta en particular, como los buenos modales o la amabilidad, pero el respeto es algo diferente a esto, es una actitud. Esta actitud nace con el reconocimiento del valor de una persona, ya sea inherente o también relacionado con una habilidad o comportamiento. (por ejemplo respetar el "buen juicio" de alguien en particular.
Uno de los filósofos que mayor influencia ha ejercido sobre el concepto de respeto en el mundo de la academia ha sido Immanuel kant. En su filosofía moral este pensador sostiene que los seres humanos deben ser respetados porque son un fin en si mismos. Al ser un fin en si mismos poseen un valor intrínseco y absoluto. Por este motivo es que los seres humanos tenemos este valor tan especial, llamado por Kant la "dignidad".
Otra forma importante de este concepto consiste en el respeto a uno mismo. Hay gran consenso entre los pensadores en cuanto a que esta manifestación del respeto es una habilidad esencial para vivir la vida de manera satisfactoria y llena de significado. Además, es vital para la vida en sociedad que llevamos. Por todo esto, respetémonos a nosotros mismos y a los demás.
 
La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respetuo mutuo.
 
La solidaridad nace del ser humano y se dirige esencialmente al ser humano.
La palabra solidaridad proviene del sustantivo latín soliditas, que expresa la realidad homogénea de algo físicamente entero, unido, compacto, cuyas partes integrantes son de igual naturaleza.
 
La teología cristiana adoptó por primera vez el término solidaritas, aplicado a la comunidad de todos los hombres, iguales todos por ser hijos de Dios, y vinculados estrechamente en sociedad. Entendemos, por tanto, que el concepto de solidaridad, para la teología, está estrechamente vinculado con el de fraternidad de todos los hombres; una fraternidad que les impulsa buscar el bien de todas las personas, por el hecho mismo de que todos son iguales en dignidad gracias a la realidad de la filiación divina.
 
La verdadera solidaridad, aquella que está llamada a impulsar los verdaderos vientos de cambio que favorezcan el desarrollo de los individuos y las naciones, está fundada principalmente en la igualdad universal que une a todos los hombres. Esta igualdad es una derivación directa e innegable de la verdadera dignidad del ser humano, que pertenece a la realidad intrínseca de la persona, sin importar su raza, edad, sexo, credo, nacionalidad o partido.
La solidaridad trasciende a todas las fronteras: políticas, religiosas, territoriales, culturales, etc. Para instalarse en el hombre, en cualquier ser humano, y hacer sentir en nuestro interior la conciencia de una “familia” al resto de la humanidad.
La solidaridad implica afecto: la fidelidad del amigo, la comprensión del maltratado, el apoyo al perseguido, la apuesta por causas impopulares o perdidas, todo eso puede no constituir propiamente un deber de justicia, pero si es un deber de solidaridad.
 
La solidaridad debe ser verdadera, tangible, cierta. Debe ser activa, perseverante, constante. «No es posible confundirla con un vago sentimiento de malestar ante la desgracia de los demás. (…) La solidaridad, en el compromiso del hombre y de la mujer, es un servicio a aquellos cuyas vidas y destinos están ligados estrechamente entre sí». La solidaridad es entrega y, por tanto, diametralmente opuesta al deseo egoísta, que impide el verdadero desarrollo.
 
Por eso hemos dicho: la solidaridad es unión, mientras que el egoísmo es aislamiento. La solidaridad favorece el desarrollo; el egoísmo, la pobreza. La solidaridad aprovecha los bienes, los distribuye, los comparte, los multiplica; el egoísmo, los corrompe, los hace estériles, los pervierte para hacer de los bienes plataformas de podredumbre, de riquezas desbordantes de inutilidad y vergüenza. Para la solidaridad, homo homini amicus, homo homini frater; para el egoísmo, homo homini lupus.
 
Esa solidaridad; esa disposición permanente de colaborar con el bien común; la misma que une, hermana y desarrolla a los hombres, no es algo extraño a nosotros, ni es un ideal inalcanzable, no. La solidaridad es parte de nosotros, está en la naturaleza misma del ser humano y se relaciona directamente con su también naturalísima tendencia social.
Es este sentido, podemos decir que las tendencias humanas que se oponen a la solidaridad son no sólo negativas, sino también antinaturales; son señales patológicas en una persona que no reconoce la dignidad de la persona humana ni se ha dado cuenta, ciego de avaricia, de que todos somos verdaderamente responsables de todos. Así como la solidaridad nos humaniza; la falta de ella nos pervierte, nos aleja, nos hace negar nuestra propia naturaleza.
 
 
 
 
 
 
 
 
Si sientes que todo perdió su sentido, siempre habrá un ¨te quiero¨, siempre habrá un amigo.
La amistad (del latín amicus; amigo, que deriva de amore, amar) es una relación afectiva entre dos o más personas. La amistad es una de las relaciones interpersonales más comunes que la mayoría de las personas tienen en la vida.
 
La amistad es un vínculo que nos proporciona la posibilidad de compartir experiencias, conocimientos e incluso medios económicos. Los lazos de amistad se potencia recíprocamente y no puede existir por separado. La realidad de la amistad es dual. Implica la existencia de al menos dos personas. La amistad necesita a un interlocutor para compartir, crecer mutuamente y descubrir (se) en él sus valores y también sus deficiencias.
El buen amigo no anula al otro sino que lo potencia, es su compañero y un facilitador de sus muchas posibilidades. Sufre cuando tu sufres y se alegra cuando tu te alegras. No es envidioso, ni prepotente ni se aprovecha de ti
La amistad se basa en la mutua confianza, donde el objetivo es ayudar al otro consecuentemente así mismo.
La amistad no se impone, ni se programa, como todo en la vida requiere de un esfuerzo para conseguirlo y lo más importante es poner los medios para lograrlo y mantenerlo.
La amistad se muestra en los momentos felices: el nacimiento de un hijo, la celebración de un ascenso laboral, la inauguración de una casa. En otras ocasiones la amistad se concretiza en una llamada telefónica para pedir un consejo o compartir un proyecto o intercambiar ideas políticas, religiosas o de la propia existencia, o simplemente por esa sensación que tenemos de que existe una persona, aunque sea a cientos de Km., a la que podemos recurrir solamente para hablar y saludarla.
En todas las situaciones, tanto buenas como en los momentos difíciles aparece nuestro amigo al que podemos recurrir y dejarnos aconsejar, descargar, llorar, reír y escuchar. De una u otra forma comunicarnos con él.
La amistad es una relación entre iguales con alguna característica en común. Por eso los profesores, los padres, los jefes no pueden ser amigos de sus alumnos, de sus hijos o de sus empleados.
La amistad no se centra en las cualidades del otro sino más bien en su propia esencia: cómo es como persona, qué cualidades tiene, qué sentimientos provoca.
La amistad no origina simpatía hacia la persona sino empatía: capacidad para comprender y para compartir alegrías y tristezas.
Cuando un amigo nos relata sus confidencias, lo dice según su criterio, y la amistad requiere corregir los errores subjetivos, para poder aprender la objetividad de los hechos.
El amigo es una persona que lo sabe todo de ti y te quiere tal eres.
LA AMISTAD abarca la lealtad y confidencialidad. Lograr la sinceridad mutua.
Los amigos son aquellas personas que en los momentos difíciles esta contigo. La distinción para verdaderos y falsos amigos es la presencia común en los buenos momentos y la sola ayuda de los verdaderos en los malos.
En la amistad buscamos la ayuda incondicional, nos apoyamos con los amigos para pasar mejor las tristezas, duplicar las alegrías y dividir las angustias por la mitad.
Un proverbio sobre la amistad en el que estoy de acuerdo es el siguiente: “El que busca un amigo sin defectos se queda sin amigos”.
 
La amistad se da en distintas etapas de la vida y en diferentes grados de importancia y trascendencia. La amistad nace cuando las personas encuentran inquietudes comunes. Hay amistades que nacen a los pocos minutos de relacionarse y otras que tardan años en hacerlo. La verdadera amistad dura toda la vida. (Wikidepia)
La amistad:
Nos permite tener experiencias y adquirir conocimientos. Es uno de los valores más hermosos y poderosos, pero debe ser recíproca y sincera para que sea verdadera y duradera.
Se basa en la mutua confianza, el objetivo es ayudar al otro y consecuentemente a sí mismo. Es una relación que hay que cultivarla y cuidarla.

No se impone, ni se programa, como todo en la vida requiere de un esfuerzo para conseguirlo y lo más importante es poner los medios para lograrlo y mantenerlo.
Es una relación entre iguales con alguna característica en común. Por eso los profesores, los padres, los jefes no pueden ser amigos de sus alumnos, de sus hijos o de sus empleados.
Se inculca desde la infancia, y como padres debemos enseñar a nuestros hijos el verdadero valor de la amistad, los debemos enseñar a compartir y ayudar. Como también debemos estar atentos del entorno en que se relacionan nuestros hijos. Pero nunca privarle o prohibirle una amistad, y si ésta no nos parece conveniente, debemos conversar con ellos y explicarles nuestras inquietudes.
Un buen amigo:
• Sabe todo de ti.
• Te quiere tal cual eres.
• Está contigo en los momentos buenos y en los momentos malos.
• Comparte las alegrías contigo al igual que tus sufrimientos.
• Te apoya cuando lo necesitas.
• Nunca trata de anularte.
• Te da buenos consejos.
 
 
 
 
Puesto que yo soy imperfecto y necesito la tolerancia y la bondad de los demás, también he de tolerar los defectos del mundo hasta que pueda encontrar el secreto que me permita ponerles remedio.


 
Podría decirse en términos generales que la TOLERANCIA consiste en no oponerse a algo,teniendo el poder o la capacidad para hacerlo, tolerar es aguantar, consentir, permitir, soportar, sufrir en silencio y en beneficio de otros.
 
El propósito de la TOLERANCIA es permitir la coexistencia pacífica de las personas. Es importante, por lo tanto , para ejercer la tolerancia, reconocer la individualidad y la diversidad , lo que permite eliminar las máscaras que crean los desacuerdos.
La semilla de la TOLERANCIA, sin lugar a dudas, es el AMOR. Semilla que debe plantarse con sumo cuidado desde la más tierna infancia . Cuando hay carencia de amor también hay falta de TOLERANCIA .
 
La familia es la primera escuela donde se aprende a ser tolerante, luego le corresponde a la educación formal afianzarla. Ella es una fortaleza interna que les permite a las personas afrontar dificultades y disipar malos entendidos ya que la TOLERANCIA cultiva la habilidad de calmar los sentimientos fuertes y encendidos de las personas.
 
El conocimiento y la perspicacia levantan como un escudo protector a la TOLERANCIA de manera que el individuo permanece íntegro y contento, no se siente amenazado ni por las personas que tratan de dañarlo, ni por las circunstancias que lo rodean.
Una persona que practica la TOLERANCIA es como un frondoso árbol cubierto de frutas las que ofrece generoso aún cuando se le esté agrediendo con palos y piedras, él siempre entregará sus flores y sus frutas con la misma intensidad de siempre.
 
La tolerancia es el respeto y la aceptación de los demás, con sus virtudes y defectos; es la aprobación de la diversidad de culturas, religiones y de cualquiera de nuestras formas de expresión como personas civilizadas.

La tolerancia posibilita ostentar una mente y una actitud abiertas, y la libre comunicación de nuestros pensamientos y sentimientos.
 
Ser tolerantes no denota ser condescendientes, no significa dejar que nos humillen ni quiere decir que seamos permisivos con las injusticias. Tolerancia es reconocer el derecho que cada ser humano tiene de expresar cómo se siente, cómo quiere vivir y cómo percibe el mundo que lo rodea. Significa respetar los valores fundamentales de las personas y reconocer dichos valores en cada una de ellas.

Los seres humanos poseen pleno derecho a vivir en paz y a ser como decidan sin que nadie le imponga sus opiniones y estilos de vida.


El mundo actual, en el que la tolerancia cobra mucha más fuerza y vigencia, la globalización y la comunicación viabilizan una gran apertura en las migraciones y éstas provocan desencuentros, muchos de ellos de gran intensidad. La diversidad ha sustituido a los modelos sociales y es algo que, con el tiempo, debería ser asimilado y aceptado.

Cotidianamente observamos como la intolerancia incrementa la diferencia entre las personas y los conflictos, que van desde los más simples hasta los más complejos, crecen sin que nadie pueda hacer mucho por evitarlos. Sin embargo es conveniente comenzar a practicar la tolerancia en pequeños grupos, que irán creciendo hasta conseguir la fusión entre ellos. La cuestión es comenzar.

Resulta sumamente imperioso detener la vorágine de sucesos y hacer un esfuerzo para fomentar la tolerancia, la solidaridad, la humanidad y el pensamiento abierto. Pero debe hacerse en todos los estamentos, desde el hogar hasta donde llegue la influencia de cada uno. Es preciso tomar plena consciencia acerca del peligro que representa la pérdida de los valores.

Existen muchas premisas a tener en cuenta en la elevación de los niveles de tolerancia, una de las que más cerca están es la que expresa que los derechos de uno terminan donde comienzan los derechos de otro. Es primordial que la tolerancia se base en el hecho de que nadie es dueño de la verdad absoluta, pues lo que para unos puede significar algo, es posible que varíe para otros.

Para la vida en sociedad, es muy importante ser tolerantes porque brinda la posibilidad de hallar el camino hacia la felicidad y realización personal, permite visualizar el modo de lograr la libertad. Implica plantearse una nueva manera de vivir, en armonía y paz con todos y con nosotros mismos. La tolerancia debe ser una práctica interactiva entre todos para que tenga sentido. Debe ser una gran cadena con eslabones muy firmes.
 
El núcleo del amor es la fuerza, el valor que mostramos para luchar por lo que amamos, la fortaleza para defender lo que más apreciamos, enfrentar desafíos, superar barreras, derribar obstáculos.
 
Existen varios significados del Amor, pero uno muy acertado consiste en que el amor es un concepto universal relacionado a la afinidad entre los Seres humanos. Es interpretado como un verdadero sentimiento relacionado con el afecto y el apego productor y propulsor de emociones, experiencias y actitudes. El Amor es tan complejo que se torna difícil de comprender ya que tales emociones pueden resultar ser extremadamente poderosas.
a_herz03.gif (5858 bytes)Es cierto que el amor encierra muchos conceptos, hay distintos tipos de amor y también las formas de expresarlo son diferentes. El amor es la inspiración total a cada acto consecuente para ser felices, y como un valor, es una fuerte inclinación emocional hacia una persona, es noble y la fuerza más dinámica que podemos tener para impulsarnos hacia cualquier clase de bien que conozcamos. Las personas somos sujetos con derecho amar y a que nos amen tal como somos, nos somos objetos de nadie y como sujetos somos dueños de nuestros propios actos, propietarios de sí mismos con la plena capacidad de controlarnos.
El amor no es una relación, es un estado del ser, tampoco es una dependencia, el amor no es deseo. Cuando se confunde al deseo, se vuelve motivo de sufrimiento. También es un valor supremo y en base a la amplitud de éste, existen diferentes tipos de amor.
 
El amor como sentimiento universal es uno de los sentimientos más maravillosos que el ser humano puede sentir y experimentar. Es intangible, sin embargo, provoca fuerza y un estado de paz, tranquilidad, alegría y por lo consiguiente un bienestar generalizado. El amor todo lo puede, todo lo aguanta; cuando hay amor hay esperanza, la perspectiva hacia la vida cambia las actitudes se vuelven positivas recordando aquel momento o persona con una sensación de felicidad circunstancial, cada detalle de los acontecimientos causan placer tan solo el que pasen por nuestra mente, cada lugar y cada momento y cada cosa nos hace sentir el amor que vivimos. Gracias al amor tenemos el valor de afrontar cualquier obstáculo, somos capaces de perdonar, cuando hay amor no se ven los defectos ni los errores, solo se espera ansiosamente el momento para disfrutar a la persona o circunstancias causales del amor que se sentimos. Cada minuto se pasa como un relámpago, las horas se van tan rápido que el tiempo parece no existir. No quisiéramos que el tiempo avanzara para no deshacer aquellos momentos maravillosos.
 
Pregúntate: Si de verdad amas, ¿estás luchando con todas tus fuerzas para conquistar lo que deseas?Creo que para todos es claro, o debería serlo, que el amor es un valor fundamental para la familia. La familia es la escuela del amor, donde primero aprendemos a amar de pequeños; y de este aprendizaje primario del amor muchas veces depende si, más adelante en nuestra vida, nuestro amor es completo, íntegro, y enriquecedor. Si no hay amor en la familia, ¿en donde lo habrá?
 
Por eso resulta extraño que el amor, al menos en algunos estudios sobre los valores, no ocupe el primer lugar en los valores familiares. Más todavía, cuando he trabajado sobre los valores de la familia en grupos focales, con frecuencia el amor no está entre las primeras menciones y se olvida jerarquizarlo hasta que algún miembro del grupo dice: "Oigan, se nos está olvidando el Amor"
Creo, además, que hay una gran confusión en cuanto a que cosa es el amor. En algunos grupos, sobre todo de jóvenes, se usa la palabra como un sinónimo de relaciones sexuales. Claro, el ideal es que las relaciones sexuales sean por amor (aunque muchas veces el amor no tenga nada que ver), pero indudablemente el amor va mucho más allá. "El sexo sin amor", decía una joven conocida mía, "entra en la categoría del ejercicio". ¡Qué triste!
En la Edad Media, los estudiosos distinguían varias facetas del amor. Hablaban de la Cupididad, o la atracción sexual. Hablaban del Ágape, o la amistad, afecto y cariño entre amigos, y también de la Caridad, el nivel más elevado y sobrenatural del amor, una de las virtudes teologales.
La atracción sexual, por supuesto, es un importante componente del amor entre los esposos y es, en sí misma, un bien que promueve la unidad y la comunicación entre los cónyuges. También entre los esposos es muy importante la amistad, el cariño, el afecto; ambos son el mejor amigo del otro, en quién depositan toda la confianza y el respeto por cada uno. Y, por supuesto, cuando hablamos del matrimonio cristiano, es fundamental la caridad, el amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. ¿Y quién más prójimo o próximo que el cónyuge? El amor entre padres e hijos, y con la familia extendida, también debería incluir la amistad, cariño, afecto, y sobre todo la caridad.
Tal vez, a estas alturas, muchos lectores estarán pensando: "Eso es muy idealista; muchas familias a veces no logran más que sobrellevarse o tal vez soportarse, pero ahí no hay amor como este señor lo describe".
Cuan cierto, y cuan triste. ¿Será que tienen razón los que ponen el amor en el cuarto lugar entre la jerarquía de los valores familiares? ¿Será que el amor cuenta menos que el bienestar material? ¿Será cierto que la tendencia es a que el amor sea cada vez menos importante en la familia mexicana? ¿Será que nos hemos vuelto tan escépticos que no creemos siquiera en la posibilidad de un amor amplio, rico y enriquecedor, que nos eleve y nos haga mejores? Y si no lo creemos posible, ¿cómo lo valoraremos?
Este escepticismo sobre el amor en la familia, que muchos prefieren llamar realismo, es una verdadera plaga. Sin amor, ¿Qué mantiene unida a la familia? ¿Será el bienestar o la solidaridad motivos suficientemente fuertes para que la familia se mantenga unida? Más importante: ¿Serán lo suficientemente fuertes para dar felicidad a sus miembros?
¿O será, me pregunto, que las familias que se aman profundamente no hacen mucho ruido, y no se notan, mientras que las familias que son infelices por falta de amor, son mucho más visibles y nos llaman más la atención? No tengo la respuesta, y no sé si sea importante tenerla. Lo importante en mi opinión es hacernos conscientes de lo importante que es este valor y le demos un lugar más importante en la jerarquía de nuestros valores. Si, se puede hacer mucho por las familias, pero nada será más importante que decidirnos a vivir este valor en nuestra circunstancia personal y concreta. Decidirnos a amar a nuestra familia profundamente es la acción más efectiva que podemos hacer, no solo a favor de nuestra familia, sino también en favor de otras familias. No hay testimonio más importante que el del amor. Cuando los paganos veían a los cristianos, decían: "Miren como se aman". Y querían ser así, se convertían. ¿Cuántas familias se decidirían a amarse profundamente si vieran a su alrededor a familias que se aman?
Autor:
Antonio Maza Pereda

 




 

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